Cuando vemos a dos niños que se pelean y llegan a la agresión física por un juguete, o un lugar en la fila, o por cualquier cosa que consideran su derecho, a los adultos nos cuesta comprender. Tenemos la sensación de que son incapaces de ponerse en el lugar del otro, de que el egocentrismo característico de esta fase de su desarrollo les impide comprender el sufrimiento ajeno. Sin embargo, nada más lejos de la verdad. Los niños y niñas de esta edad siente como suyo el dolor, cuando ven a alguien como ellos pasarlo mal, y se compadecen, tratan de consolar, se convierten en pró-jimo, próximos, cercanos.
Ante los lloros de un amigo, o viéndolo enfermo y desvalido, se acercan, acompañan, cuidan. No importa que hace poco hayan podido pelear o enfrentarse. Ahora, frente a la debilidad ajena, se compadecen, muestran su solidaridad de la forma que ellos saben, estando ahí, a su lado.
Un beso para tanta empatía, para tanto sentimiento, por tanta comprensión de la infancia.
ResponderEliminarAún tenemos mucho que aprender, ójala lo consiguiéramos siempre...
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