Se meten en el papel de los personajes, como si fueran ellos mismos. Los cerditos, construyendo su casa, para protegerse del lobo. El malvado animal, cuyo objetivo es derribar su muro de protección, para comérselos. La complicidad de todos, sabiéndose a salvo dentro de la casa más fuerte, y la victoria final, al verse libres del peligro. Con los aplausos, vuelven a recuperar su YO niño, después de conjurar sus miedos en la confianza de que todo era ficción, y de que aquí, en su vida de verdad, no va a pasarles nada.
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