Los niños son mucho más sencillos que lo que nuestros criterios pedagógicos nos hacen pensar: cuando necesitan algo, el que mejor sabe hacerlo, enseña a los demás... y ya está. No valoran, no censuran, no critican... simplemente, con naturalidad, transmiten lo que a su vez ellos ya han aprendido.
Y cuando tienen un momento de relax, descansan, uno junto a otro, sin más pretensiones.
Así de fácil.
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