Imagino que voy a un nuevo trabajo -o país, o cualquier lugar desconocido- en que no conozco a penas a nadie, o donde, si tengo algún amigo, estará un ratito conmigo pero luego se irá con los demás, o se sentirá como yo: asustado o triste o cansado o...
De pronto, me cogen de la mano y me acercan a lo conocido y seguro, a alguien que sé que me quiere, y que además, mayor que yo, va a protegerme y a consolarme. Mi congoja desaparece y vuelvo a sentirme en casa.
Qué bien se está en brazos de un hermano.
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