Jugar es algo muy serio. Precisa de imaginación, concentración, llegar a acuerdos con el otro, saber esperar, proponer. Y cuando están enfrascados, no hay nada más importante. El reto al que se enfrentan para conseguir construir la torre más alta, llegar a alcanzar el equilibrio, subir y subir con la expectación de hasta dónde llegará sin caer... para después estallar en risas y volver a empezar, una y otra vez, sin cansarse. Para esto no hay tiempos prefijados, ni asignaturas que nos señalen si ahora toca aprender de... y ya suena el timbre, o es la hora de almorzar, o cualquier otra actividad y debemos dejarlo para otro momento.
Aunque no haya nada más importante, en esos instantes, que el AHORA en el que ellos saben estar, sin pensar -como nos ocurre a los adultos- en lo que haremos después.
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