Esta frase preside la entrada de una de las escuelas de Reggio Emilia, en la región italiana de Emilia-Romaña, bajo la filosofía del que fue el gran pedagogo Loris Malaguzzi.
Nada sin alegría. El discurrir de cada día del aula, nuestras intervenciones como educadores, las diversas propuestas que ofrecemos a los niños y niñas, todo eso debe tener siempre como fondo el placer de educar y aprender. Nada que ver con esa "pedagogía del esfuerzo" de la que tanto se enorgullecen algunos ¿representantes? de la política educativa. Lejos quedó, por suerte, aquella máxima que oíamos de nuestros mayores, "la letra con sangre entra". No queremos volver atrás.
En mi quehacer educativo, sólo pido no perder el entusiasmo y las ganas de entrar cada día a mi aula, para encontrarme con estos compañeros de viaje de los que tanto aprendo.
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