A pesar de no padecer un clima demasiado duro -si exceptuamos quizá, el último invierno, y comparado con lo que estamos acostumbrados- no tenemos una cultura escolar que nos lleve demasiado al aire libre, como ocurre en otros países mucho más fríos (Finlandia, Noruega, por tomar dos ejemplos) donde tienen por norma salir, bien abrigados eso sí, cada día.
En los espacios abiertos los niños pueden dar rienda suelta a sus necesidades de movimiento y de relación con los demás, corriendo, saltando, encontrando diversión allí donde quizá yo sólo veo caos y desorden. Y mejor aún si esto se produce en contacto con la naturaleza, y no sólo en el cemento, como ocurre en la mayoría de nuestros patios, que ni árboles tienen...
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