En ellos nos parece natural, pero fuera de ellos, por desgracia, no abundan en la vida. Me refiero a las sonrisas sinceras con que nos alegran cada día, en cuanto llegan a la escuela. Mucho más generosos que nosotros, adultos, los niños olvidan rápido los sinsabores y malas caras, no importa que les hayamos reñido, exigido, nuestros enfados si no responden a las expectativas que tenemos en esos momentos. Te abrazan y te hacen mimos, te nombran con todo el cariño del mundo, se lanzan sobre ti si te encuentran por sorpresa... Nos quieren así, gratuitamente.
También nosotros les queremos.
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