Da gusto comprobar la capacidad de resolver los pequeños conflictos que tienen desde muy pequeños, si se les da la oportunidad.
Han aprendido que hay cosas que no agradan al otro, y que cuando las vives en primera persona, duelen.
Por eso, ante un problema leve, ya saben que pueden ir a un lugar particular del aula -nada que ver con zona de castigo ni con la "sillita de pensar", en la que no suele pensarse mucho...- para resolverlo.
Saber pedir perdón no es algo para el cole, sino un aprendizaje para la vida.
Si los adultos supiésemos hacerlo...
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