Ya han pasado las navidades, los regalos se han abierto con mucha ilusión, y ahora... algunos ya están arrinconados, quizá rotos, o han perdido su capacidad de sorpresa. Un juego que solo nos deje mirar o accionar un botón pierde pronto el interés.
Hace tiempo que sabemos, por experiencia, que lo que más atrae a los niños y niñas es lo que se puede tocar, hacer y deshacer, pintar, trocear, manipular. No hace falta mucha inversión... la nieve que encontramos en el patio, llevada dentro del aula -o del hogar-, el papel de regalo, las cajas que lo contenían... todo es susceptible de crear emoción.
Os dejo aquí una referencia muy interesante, el libro Piezas sueltas, de Priscilla Vera y Mercedes Herrán.
En él nos presentan mil y una posibilidades de utilizar el material de reciclaje, lo que -además de ser una apuesta de sostenibilidad- fomenta la creatividad y el interés por conocer.
Son piezas encontradas en objetos cotidianos, en la naturaleza, a nuestro alrededor...os lo recomiendo.
Como dice Francesco Tonucci: "un buen juguete es aquel que, sin ser nada en concreto, puede ser todo".
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