Esta semana teníamos programada una visita al Museo Jorge Oteiza, en Alzuza. Nuestra intención -la de las maestricas- era acercarles a un espacio desconocido para ellos -un museo-, y más concretamente, conocer el mundo de la escultura tan especial de Oteiza.
Así lo hemos hecho, y creo que ha sido del interés de los niños y niñas de nuestras aulas. Ahora bien, deberíamos reflexionar sobre qué es lo que más les llama la atención, y qué otras cosas, quizá, están aún un poco alejadas de su curiosidad, al menos para una parte no desdeñable del grupo.
El viaje en el autobús, los lugares por los que pasábamos y lo que desde las ventanillas iban observando, la estructura del edificio -"está calentito..." decía una niña al sentarnos en el suelo radiante-los grandes ventanales, la escalera y distintos obstáculos... hasta la falsa araña del inodoro. Todo eso les llamó poderosamente la atención.
A veces, en nuestro afán de que aprendan y conozcan cosas nuevas nos alejamos de lo cercano, lo cotidiano, sobre lo que posar nuestras miradas. A partir de ello también podemos establecer ricos diálogos que les lleven a querer, ahora sí, saber más.
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