Muchos de nosotros somos de los que decimos frases del estilo de "no se me da bien dibujar". Pensamos que es privilegio de unos pocos, tocados por una especie de gracia, que se revelan como auténticos artistas desde la infancia. No digo que no los haya, al igual que otras personas con un don especial para la música, la danza, o cualquier otra disciplina de las que englobamos dentro de lo que llamamos "arte".
Pero sí que es verdad, también, que en la infancia solemos ofrecer -en la falsa idea de su "pequeñez"- modelos de imágenes pobres y estereotipados con colores básicos y chillones, que invitamos a niños y niñas a reproducir, pensando que eso es lo que les gusta o de lo que son capaces. Mostramos, en cambio, pocas representaciones del natural o del mundo de la pintura y escultura; esto les da otra perspectiva más enriquecida, lo que, junto a poner a su alcance materiales de todo tipo (pincel, témpera, acuarela, ceras, lápices, papel de distinto formato y estilo, arcilla, pigmentos naturales...) sin evitarlos por eso de que "manchan", ayuda a probar, experimentar, plasmar imágenes que vayan más allá de la casita y el sol amarillo y perfectamente redondo con sus rayos al que les hemos acostumbrado.
Ya hemos visto en estas páginas muchos ejemplos de sus fantásticas producciones. Desde la escuela y desde casa, animemos a nuestras niñas y niños a crear, sin miedo al error y con libertad, por el puro placer de hacerlo.
Como dijo Albert Einstein "es el supremo arte del maestro despertar la curiosidad en la expresión creativa y conocimiento".
En eso estamos...
